Reflexión 2: Exigimos calidad ¿también para nuestro cerebro?


diarrea_mentalA través de uno de los innumerables grupos de Whatsapp que continuamente iluminan la pantalla de mi movil (y que me obligan a silenciarlo la mayoría del tiempo) me ha llegado un enlace a una columna escrita por Manuel Vicent en El País y que titula «A la carta«.

Allí hace una acertada reflexión en las diferentes exigencias que filtramos a dos órganos de nuestro cuerpo: nuestro cerebro y nuestro estómago.

Si cada vez somos más exquisitos con nuestros estómagos (restaurantes de calidad, comida «gourmet», alimentos ecológicos…), somo menos exquisitos con nuestros cerebros.

Nuestros estómagos protestan sin los maltratamos pero tras una purga son capaces de liberarse de alimento o los alimentos que han alterado su función.

Pero la basura que aloja nuestro cerebro tarda mucho más en ser purgada.

Mucha de esta basura viene de medios de comunicación (desde información mediatizada hasta formatos de divulgación un tanto escandalosos «con la bendición de la audiencia») y entre los medios de comunicación, por supuesto, podemos meter a Internet.

Si repasamos lo que ocurre en Internet en un minuto (en la entrada de ayer) y comparamos cómo va aumentando el consumo voraz que hacemos entre el año 2016 y 2017 nos podemos hacer una idea de lo que este medio está suponiendo en horas de consumo.

Si bien no podemos hacer nada (o muy poco) para modificar los contenidos de los medios tradicionales (podemos siempre cambiar de canal, apagar el televisor o ver una serie o película), sí podemos ser más cuiddosos en los contenidos que emitimos o redistribuimos en redes sociales.

Sobre todo los que de forma activa mantenemos este monstruo llamado Internet, tenemos la responsabilidad ineludible de pensar. De pensar en la calidad, intencionalidad, veracidad e independencia del material que elaboramos o retransmitimos en nuestras redes.

Si generamos basura, impactará en el cerebro de nuestros lectores (seguidores) y seremos responsables de diarreas mentales de terceros para las cuales hay poco tratamiento. Posiblemente un apagón digital (más allá del apagón del tiempo vacacional) será muy bueno para prevenir trastornos funcionales de nuestro cerebro.

Como propone Manuel Vicent en su artículo:

«También se puede aplicar al cerebro la dieta mediterránea para desintoxicarlo. He aquí la carta: una mínima dosis de noticias imprescindibles, un buen libro en la mesilla de noche, alguna serie de TV, música clásica y el móvil siempre apagado.»

 

Reflexión 1. El tiempo es relativo y más en Internet


No soy físico, aunque me atrae la física. Más la tradicional, la de fuerzas, presiones y masas que puedo entender aunque me apasiona la relatividad… algo que mi mente no ha podido entender de forma clara.

Me encanta poder atisbar cómo funciona el tiempo-espacio, el tiempo-tiempo, las pelis con paradojas temporales… y sobre todo el tiempo.

Con Internet el concepto de espacio-tiempo ha cambiado. La posibilidad de comunicarse de forma síncrona o asíncrona con personas de todo el mundo hace que las distancias sean algo muy secundario (o terciario) para el acto de comunicarse.

La localización de personas en las que podamos estar interesadas (por afinidades comunes, por negocios, por cualquier otro motivo) también se ha facilitado mucho y las propias redes nos «sugieren» perfiles similares a quienes podemos conocer o nos pueden (o podemos) interesar.

Como ejemplo os voy a confesar que este año cumplo el 25 aniversario de mi promoción en la Facultad de Medicina de la UAM y que en menos de una semana hemos podido contactar prácticamente todos los alumnos de la promoción (algunos trabajando fuera de nuestras fronteras, otros con quienes no hemos tenido relación en estos años…) y gracias a la voluntad y esfuerzo de un grupo que ha trabajado de lo lindo (y de las redes sociales) hemos podido contactar con la totalidad de los integrantes de nuestra promoción.

Ya no hay espacio, ya no hay tiempo (sí los hay pero de otra forma)… Internet nos ha hecho plantearnos esta cuestión.

Pero la gota que colmó el vaso y que me animó a hacer esta reflexión que comparto torpemente con vosotros es un tweet de mi amigo Javie J Díaz (@JaviJDiaz) que nos ilustra cómo un minuto en Internet en el año 2007 se puede convertir en mucho más.

JaviJDiaz

Me sigue asombrando como este monstruo colaborativo puede transformar un minuto (60 segundos) en más de 70.000 horas (de visualizción de contenido en Netflix), 16 millones de mensajes en Whatsapp o 4,1 millones de vídeos vistos en YouTube.

Pero si comparamos estas cifras de 2017 con las equivalentes de 2016 vemos que las actividades que ocurren en Internet en un solo minuto van creciendo (excepto los swipes de Tinder que están más o menos estables… aunque ya sabemos que lo que pasa en Tinder, se queda en Tinder)

Un minuto 2016

Lo que da un minuto… aunque en el gimnasio se me hace casi eterno, ahora mi percepción será distinta.

Un nuevo paradigma


Decir a estas alturas que Internet ha supuesto un revolución es hablar como a finales del siglo XX y hemos avanzado en el siglo siguiente.

Pero en mis momentos reflexivos veo como el mundo está cambiando y es cierto que muchos cambios han sido producidos por herramientas digitales que se han desarrollado en este entorno»dospuntocero».

No hay que olvidar las maldades de este sistema como la pérdida progresiva de identidad personal, las posibles violaciones de nuestra intimidad (hay que redefinir y repensar el concepto de intimidad), los abusos difundidos a través de redes sociales, el bulling, el sexting (y demás), los riesgos de dependencia a estas herramientas, las postenciales manipulaciones que pueden surgir (en nuestro voto, en nuestras compras) gracias al big data (¿somos tan libres como nos creemos?)…

Pero es cierto que hay varios conceptos que han cambiado desde el «yupismo» de los 90 del siglo pasado a nuestros días en relación a los comportamientos sociales tanto personales, en un ámbito informal y un ámbito formal como puede ser nuestro trabajo.

El tener frente al ser, el yo frente al nosotros, los producto frente a las personas, la rutina frente a la creatividad… ¿habrá influido internet en todo esto? ¿o es lo que algunos quieren que creamos?.

Me crea un conflicto entre el amor que representan las tecnologías cuando se orientan a un fin noble y altruísta y el que representan cuando se orientan a un fin agresor y manipulador de personas o sociedades.

Escuchar que el Brexit o la victoria de Donald Trump en las elecciones han sido facilitadas por acciones surgidas tras análisis de BigData da un poco de miedo… pero este es el mundo que nos toca vivir y posiblemente tengamos que ir cambiando de una u otra manera.

Por el momento sigo defendiendo la tecnología que une, iguala, ofrece posibilidades y hace el bien… pero las herramientas son herramientas, en sí mismas ni buenas ni malas, y harán buenas o malas acciones dependiendo de los hombres y mujeres que las manejen.

A lo mejor tiene que llegar una inteligencia artificial «buena» para poner orden en este maravilloso caos en el que nos hemos convertido la humanidad … o a lo mejor será maravilloso que nunca llegue.

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Escándalo en Gran Bretaña. Google y el acceso a información en salud


Una de las noticias que máa nos ha alarmado este verano es el conocimiento de que el National Health Service (NHS) británico ha firmado un convenio con Google para que tenga acceso a más de un millón y medio de historias clínicas.

91cebd99f263538a629a15b12763d983Más de un millón y medio de histtorias clínicas con datos relevantes y privados sobre hábitos de salud, enfermedades y antecedentes se han puesto a disposición de Google para que a través de sus sistemas de desarrollo de manejo de datos puedan ser capaces de prevenir complicaciones de procesos fundamentalmente hepáticos y renales.

El problema es que como no hay espacios específicos para el registro de datos sobre las enfermedades seleccionadas se han ofrecido los datos en bruto. De esta manera se ofrece muchísima más información de la que se había pactado en un primer momento.

Datos sobre consumo de sustancias, abortos, hábitos sexuales están en conocimiento de Google. Imaginamos que estos datos habrán sido anonimizados previamente y que no se podrá reconocer el origen… pero ya sabemos que con que Google tenga dos o tres datos de nosotros (sexo, edad, lugar de residencia y poco más) puede fácilmente localizarnos.

El problema de ello es que no se ha consultado a la población y se están ofreciendo datos personales a una empresa y no se sabe exactamente qué uso puede hacer de ellos.

Una reflexión personal sobre la información que ofrecemos…

solitarioMuchas veces damos innumerables datos sobre nuestra intimidad, pero lo hacemos de manera voluntaria (a veces sin ser conscientes de ello, pero voluntaria) y es la primera vez que un sistema sanitario ofrece de forma consciente datos de salud de la población a una institución empresarial que no está obligada a regirse por principios éticos de confidencialidad.

Es cierto que la Big Data y la Inteligencia Artificial no se van a poder desarrollar sin que existan cesiones  de datos, de muchos datos, de grandes e incontables cantidades de datos de salud, pero creemos que ha de existir una regulación para que toda esta información se disgregue hasta tal punto que sea imposible individualizarla.

El tráfico de información que hemos vertido en redes sociales desde hace unos años es increíble. Muchas empresas (Google, Facebook, Amazon, Apple, Twitter y desde este verano Niantic con su PokemonGo) son capaces de saber quienes somos, qué nos gusta, dónde estamos, nuestro círculo social más cercano, nuestras creencias religiosas, afinidades políticas y comportamientos sexuales…. y todo ello lo vamos dejando como un rastro en Internet con cada correo electrónico que enviamos, con cada página web que visitamos o simplemente con llevar nuestro teléfono móvil con nosotros mismos.

Pero de ahí a que terceras personas o instituciones que deben velar por la custodia y protección de nuestros datos sanitarios hagan convenios con empresas para el uso de estos datos aunque revierta en beneficios para la salud de la población) hay un tramo muy largo.

Y los estados no son nuestro aliados. No se trata de una guerra entre empresas (malas) y estados (buenos), sino que el poder de la información hace que todos luchen por poseerla.

Los estados, abanderando la seguridad de la ciudadanía, rastrean nuestros perfiles sociales, navegan por la intimidad que publicamos de manera casi impúdica en nuestras redes sociales y los servicios secretos de cualquier nación intercambian información sobre ciudadanos (a veces malos y la mayoría de las veces ciudadanos normales como tú… y como yo).

Pronto estaremos ante una frontera y se nos podrá impedir el paso porque en nuestro Twitter o nuestro Facebook hemos publicado una información determinada que en nuestro país es legal y en el otro no (desde una bandera arcoiris hasta un crucifijo).

Se nos vendió que el poder no estaba en poseer información, sino en ser capaces de compartirla como ciudadanos… y nos lo creímos. Y empezamos a abrirnos a las redes sin conocerlas y sin temor… Ahora nos hemos dado cuenta que estábamos engañados, y posiblemente ya sea tarde.

«A Social Life» ¿Una realidad en las redes sociales?


postureo, calm, keep

Llevar una vida pública en redes sociales que demuestre nuestras actividades puede estar bien. Compartir nuestras aficiones y gustos, nuestras inquietudes y poder ver los comentarios que generan en otras personas de nuestra red siempre es positivo.

Hay veces (… y que nadie lo niegue) que publicamos experiencias o acontecimientos a los que asistimos para generar «envidia insana» entre nuestros contactos. Esas vacaciones en algún país lejano, ese salto en paracaídas, ese concierto al que asistimos y hace meses que es imposible conseguir una entrada, ese pecio en el que buceamos entre tiburones, esa copa en una terracita al atardecer en una playa tropical….

¿Qué buscamos?. Posiblemente generar una reacción ya esperada de reconocimiento, de sentirnos diferentes y afortunados por haber hecho algo especial (o que nos parece «especial» a nosotros, o que sentimos como «especial»). Mucha veces detrás del compartir hay asociado un deseo de reconocimiento.

¿Es ésto malo?. Creo que no. Cada uno de nosotros somos diferentes y tenemos habilidades diferentes. El poder compartirlas crea vínculos diferenciales y estrechos entre subgrupos con los que tenemos afinides comunes.

postureo 2

Yo se con qué personas de mi red social podría quedar para bucear,  para ir a la próxima edición del Sonorama, para quedar a cenar en un restaurante japonés o para proponerles un viaje-aventura a Irán y eso lo se gracias a que comparto (y comparten conmigo) actividades extralaborales que pertenecen al ámbito de «lo privado» pero no al ámbito de «lo íntimo».

¿Peligros?. Querer llevar una vida ideal cumpliendo los patrones aceptados en las redes sociales (hacer deporte, llevar una dieta saludable, pasárselo bien todos los días, hacer esa actividad espcial…) es imposible. Todos tenemos ese lunes o martes gris y tedioso en el que todo sale mal (o peor aún… todo sale, ni bien ni mal… gris) en el que no tenemos nada que aportar a nuestra red.

Si nuestra vida real es gris pero que remos aparentar esa felicidad impuesta por el efecto de grupo de nuestra red social (en un mundo virtual ideal sin problemas) es cuando pueden llegar los problemas. Es cuando podemos tener una «doble vida» gris en lo real, y a todo color en lo virtual.

Una vida falsa que representamos en nuestra redes. Esos comentarios jocosos en Twitter, esas imágenes maravillosas de nuestro Instagram, esos éxitos profesionales en nuestro LinkedIn, esos enlaces interesantes compartidos en nuestro Facebook… que simplemente reperesentan el espejo de lo que no somos y queremos ser.

El problema es cuando lo que queremos ser sobrepasa a lo que somos… deja de ser un incentivo para seguir adelante y superarnos día a día y pasa a ser una esclavitud, una caricatura de nosotros mismos.

Pasamos de la postura al «postureo».

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Esta esclavitud es la que representa la directora Kerith Lemon en su cortometraje  «A Social Life» que ha recibido múltiples preemios y reconocimientos por reflejar una realidad social de principios del siglo XXI.

Detrás de una vida ideal reflejada en las redes sociales… puede existir mucha tristeza.

«A Social Life» es un corto sobre una mujer independiente y de éxito llamada Meredith que está viviendo la vida ideal … en redes sociales. Meredith se esfuerza por vivir una vida equilibrada: mantenerse en forma, trabajar duro y conectar con sus amigos; está creando su «imagen» dentro de su amplia base de seguidores en medios de comunicación social. Pero se despierta un día y se da cuenta de que su reflexión es simplemente la colección de fotos que ella ha compartido con otros. ¿Es esto la vida? O simplemente una marca cuidadosamente diseñada?

Kerith Lemon es una escritora, directora y creador acon una rica experiencia en la narración multi-plataforma y narraciones creativas. Impulsada por su pasión por las historias que se conectan emocionalmente protagonizadas por mujeres. Su debut como directora, «A Social Life» se estrenó en el Festival de Cine Internacional de Camberra, donde fue galardonado con el premio a la Mejor Actriz Internacional y más recientemente ha ganado el mejor Ladies First en el Festival de Realizadoras en Pacific Grove, CA. Se seguirá presentando a concurso en festivales de cine a lo largo de 2016.

La era de la información


infoInformación, información e información es lo que demandamos. La sociedad necesita estar informada. El problema, con la llegada de Internet,  ha sido la gran cantidad de información con que se nos bombardea a través de cualquier medio digital.

Leí en algún lugar, aunque no puedo demostrar esta afirmación,  que se estima que la cantidad de información a la que accedemos en una sola semana equivale a la información que un ser humano recibía durante toda su vida antes de la invención de la imprenta (no recuerdo donde lo leí, ni quien es el autor de esta información ni siquiera cómo se había realizado esta estimación… todo ello fruto de la infoxicación a la que estoy sometido)

Existen numerosos factores que han contribuído a este exceso de información:

  1. Gran facilidad de publicar información en medios digitales: Nosotros mismos somos médicos de familia, no tenemos conocimientos informáticos a nivel profesional, y somos capaces de elaborar esta información que transmitimos a través de un medio digital. Esta información de clasifica en buscadores y se mantendrá activa en la red durante mucho tiempo. Además somos capaces de difundirla en redes sociales haciendola llegar a mucha distancia tanto en tiempo como en espacio.
  2. Accesibilidad a la información: Desde cualquier medio. Ya no solamente desde nuestros ordenadores como hace algunos años, sino a través de nuestro teléfonos, tabletas, televisores multimedia y medios tradicionales como los medios impresos (revistas, libros, periódicos) o la radio.
  3. Mayor generación de información: datos, datos y datos que podemos registrar y cuantificar. Ya no solamente a nivel social (no hay nada más que ver la revolución que han supuesto estos nuevos medios en las últimas elecciones en cualquier país) sino a nivel individual pudiendo registrar de manera continuada nuestras variables biológicas. La estadística tradicional no puede abarcar este volumen de datos y hay que acudir a nuevas técnicas que estiman tendencias a partir de grandes volumenes de datos.

De esta manera tenemos más datos (información), más accesibles y una gran facilidad de trensmitirlos.

Pero ¿esto nos hace mejores? (mejores personas o mejores ciudadanos o mejores profesionales).

¿Logramos más conocimiento por tener más información?. En principio tendríamos que decir que sí. Cuantos más datos tengamos podemos hacer una aproximación mayor y mejor a la realidad que nos rodea. Pero posiblemente este exceso de datos tenga efectos nocivos sobre el conocimiento (infoxicación).

Es cierto que cuando una tecnología nueva se extiende entre la sociedad hay una tendencia a su sobreutilización y con el paso del tiempo se llega a un uso más crítico, más racional y más sensato. Solo hay que ver que herramientas dentro del mundo Internet han tenido un auge tremendo y posteriormente ha decrecido su utilización (posiblemente alcanzando una meseta más acorde con su utilidad social). recuerdo los primeros meses de Facebook en los que estaba varias horas seguidas conectado, conversando con personas a quienes había visto pocas horas antes, compartiendo información (sin tener en cuenta privacidad ni seguridad).

Ahora Facebook para mí y mi entorno, se ha vuelto algo más impersonal donde los participantes «guardan más las formas», se publican menos temas personales y se difunde más información general y séptica.

Y lo mismo podemos decir para el resto de redes sociales…. incluso para las que han ido desapareciendo por el camino de este ecosistema en el que solo sobreviven quienes se adpatan al medio.

Lo mismo puede pasar de forma global con Internet. Seguro que dentro de unos meses o años estas reflexiones serán reemplazadas por otras porque el uso de las herramientas cambia y se adapta a las necesidades reales que tenemos. Es posible que demos un poco la espalda a todo lo digital en una época postdigital que llegará (es solo cuestión de tiempo) o que el ser humano se integre con la tecnología y la hagamos tan cotidiana que la incluyamos como algo natural en nuestra vida.

Pero tenemos dos objetivos inmediatos:

  1. Filtrar la información: Ser capaces de discriminar la información relevante (objetiva, veraz y útil) de la irrelevante para cada uno de nosotros.
  2. Transformar la información en conocimiento: Estar informado no es no lo mismo que conocer algo… y esto a veces nos confunde.

 

Hoy es domingo de… El lado oscuro de la luna en el Palace (II)


moonOs dejamos un magnífico reportaje de arte periodístico sobre algo más trascendente nuestro patrio Operación Palace (Jordi Ébole 2013) en cuatro entregas… (hoy domingo las otras dos) para un fin de semana de reflexión sobre lo que es real, lo que es mentira, los engaños, el arte y… la venta de humo.

Por unos proyectos de eSalud reales, colaborativos, imaginativos y con participación de todos los actores… ¿actores?, ¿seguimos hablando de ficción?.

!Feliz domingo!.

Y la aportación de Jordi Ébole en este género periodístico.

Hoy es sábado de… El lado oscuro de la luna en el Palace (I)


moonCuando estoy en redes sociales virtuales hablando con otras personas sobre eSalud creo que es una realidad indiscutible. Cuando vuelvo a mi lugar de trabajo, hablo con mis compañeros de mi red social real…. creo que todo el esfuerzo va a ser insuficiente.

Dos realidades, no siempre contrapuestas, pero muy a menudo completamente diferentes… como la llegada a la luna vista por la NASA o por William Karel (2002).

Os dejamos un magnífico reportaje de arte periodístico sobre algo más trascendente nuestro patrio Operación Palace (Jordi Ébole 2013) en cuatro entregas… para un fin de semana de reflexión sobre lo que es real, lo que es mentira, los engaños, el arte y… la venta de humo.

 

¿Disminuiran las apps en salud el número de consultas a los profesionales sanitarios?


Manos de paciente y doctora en el hospital de Gambo, Etiopía Fotógrafo: Pablo María García Llamas. Banco de imágenes y sonido INTEF http://recursostic.educacion.es/bancoimagenes/web/
Manos de paciente y doctora en el hospital de Gambo, Etiopía
Fotógrafo: Pablo María García Llamas. Banco de imágenes y sonido INTEF http://recursostic.educacion.es/bancoimagenes/web/

Esta reflexión surge a partri de un titular, a mi parecer, poco afortunado de un artículo publicado en el blog «Teknautas» de «El Confidencial» titulada «Las mejores ‘apps’ para cuidar tu salud y evitar visitas a la farmacia»

Posiblemente el desarrollo de la salud móvil vaya encaminado a lograr que el ciudadano adquiera mayor autonomía en la toma de decisiones de su salud y eso va mucho más allá que el ahorro de tiempo o la molestia de visitar a un profesional sanitario que le pueda ofrecer consejo (médico, enfermera o farmaceutico). La libertad en la toma de decisiones es un derecho que se situa mucho más cercano a la ética que a la comodidad.

Uno de los riesgos es pensar que si dotamos a la ciudadanía de herramientas que les ayuden a la toma de las decisiones ya que monitorizan algunas de las variables biológicas, facilitan un esquema lógico de pensamiento, hacen una serie de cálculos, crean comunidad o dan información, la intervención de los profesionales en salud va a ser menor («nos va a ahorrar tiempo»).

No creo que en el futuro estas herramientas ahorren tiempo, pero de lo que estoy convencido es que van a ser motores de cambio de la forma de trabajar y posiblemente la relación con los ciudadanos va ser mucho menos «paternalista» para ser mucho más «colaboradora».

Pero no debemos comenzar nuestra estructura por el final. Dotar de herramientas no es suficiente. Debemso dotar de conocimientos personalizados en salud dependiendo de las características de cada ciudadano: sano, enfermo, cuidador… Debemos seguir formando en conocimeintos sobre hábitos saludables de vida, sobre situaciones concretas que se van a repetir de forma cotidiana en el devenir de sus enfermedades crónicas y sobre las que deberán tomar decisiones concretas e inmediatas o sobre los cuidados que deben proporcionar en su entorno a otros enfermos.

Y aquí el papel tampoco ha de ser «paternalista». Debemos poner en contacto a estas personas con otras en situación similara para que compartan conocimientos y experiencias bien a través de grupos virtuales (comunidades virtuales) o asociaciones de afectados o familiares en grupos y comunidades con un contacto real. Debemos dar información con nuevos soportes que sea veraz, adecuada, independiente y de calidad ya sea creada por nosotros mismos o por otras personas, instituciones o empresas.

Debemos prescribir enlaces a sitios web, aplicaciones que conozcamso y hayamos evaluado, y conocimiento básico sobre su situación de salud.

Entonces las preguntas serán otras… pero no dejarán de existir preguntas y deberemos seguir siendo los profesionales sanitarios quienes tengamos que dar las respuestas.

Decía al inicio que el titular del artículo no me había parecido acertado. No creo que se deban «evitar» las visitas a las oficinas de farmacia ni a las consultas y, además, no creo que ese sea el objetivo de farmaceuticos, médicos y enfermeras.

Sobre el contenido del artículo, un poco el error de siempre, mezclar estupendas aplicaciones sobre salud como Social Diabetes que ofrece información y formación de calidad, crea comunidad entre diabéticos y establece herramientas de comunicación con los profesionales sanitarios junto con otras aplicaciones crecanas al «wellness» para ejercitar la meditación, colecciones de recetas sin gluten, calendarios de migrañas o servicios (?) para mujeres con cancer de mama.

Ni todas las aplicaciones son iguales ni podemos recomendarlas todas por el hecho de ser aplicaciones.

Posiblemente en este cambio progresivo de escenario sanitario los profesionales debamos tomar un papel activo y formarnos en este nuevo tipo de conocimiento que poco a poco los pacientes nos van a ir demandando.

Las nuevas apps en salud tendrán que hacer mucho más que medir


799px-Unidad_5_Imagen_003. jpg de WikimediaCommons
799px-Unidad_5_Imagen_003. jpg de WikimediaCommons

La entrada de ayer quedó demasiado dura. Posiblemente connumerosos interrogantes y creo que una de las aportaciones de los sanitarios en este mundo de la salud electrónica es aportar nuestra perspectiva y visión.

Me da un poco de miedo que en esto de la eSalud estemos empezando por el tejado. Medir variables es algo técnicamente sencillo en la actualidad ya que disponemos de los sensores necesarios para ello. Posiblemente medir estas variables biológicas en condiciones determinadas (por ejemplo durante el entrenamiento de un deportista) puede aportar datos importantes que condiciones su preparación física en un futuro.

Pero tengo serias dudas que la simple medida sea la solución. Esto lo llevamos viendo mucho tiempo cuando a los pacientes diabéticos tipo II, al retirarles las tiras de control de glucemia en caso que utilicen de forma exclusiva tratameinto con dieta o con antidiabéticos orales no hipoglucemiantes, se van a casa preocupados porque «ya no se pueden controlar su azúcar».

Algunos de ellos simplemente hacen una medición, posiblemente al azar o cuando tienen algún síntoma, a veces ni la anotan y frecuentemente se les olvida enseñarla a su enfermera o médico. Es decir, el simple hecho de obtener un valor cuantitativo, que ellos consideran o saben que está en el rango de la normalidad, les da una falsa tranquilidad que puede servir para hacer transgresiones en la dieta.

En cambio el diabético que conoce su enfermedad y tiene conocimientos suficientes para autogestionarse el tratamiento, de esa lectura de glucemia hace una interpretación que puede llevarle a administrarse algunas unidades de insulina rápida o a establecer una estrategia a medio plazo de su dieta/actividad física/tratamiento.

La diferencia entre ambos casos es que en el primero de ellos solamente se mide, mientras que en el segundo existe una interpretación de la medida que condiciona una actuación personal posterior.

Posiblemente estemos ante una etapa en la que la técnica va por delante de la actitud sanitaria hacia el paciente. Es decir tenemos herramientas accesibles para automedirnos variables, pero nadie nos ha enseñado como ciudadanos, a interpretar esas variables en salud.

Por eso me encantaría que estas aplicaciones hicieran mucho más que medir. Además de ofrecer uan cifra, una gráfica que represente en el tiempo los diferentes valores o la posibilidad de transmitir todo este conjunto de datos a distancia (a nuestro médico, enfermera o publicarlo en redes sociales si así lo deseamos), nos deberían formar en salud.

No es que sea una responsabilidad de la aplicación ya que la responsabilidad es de los profesionales sanitarios, pero creo que debería ser un buen complemento al frío dígito.

Porque la representación del valor de una variable fuera del contexto en el que se ha medido, el contexto del propio indivíduo y de su entorno… no tiene valor (o tiene mucho menos).

Habrá que tener cuidado, porque, poniendo palabras oídas a Julio Mayol (al menos la idea ya que la frase exacta no la recuerdo), no debermos caer en la definición de empoderar como hacer que el paciente haga lo que nosotros queramos pero creyendo que lo hace de forma libre y autónoma.

No se trata de educar coaccionando, pero sí de educar informando y enseñando a interpretar. El problema es que «navegar entre grises» es complicado hasta para nosotros y cuando no conocemos suficientemente un tema tendemos a ser más categóricos y oscilar del «blanco» al «negro».

El Xataka, Javier Penalva, hace un estupendo repaso a las empresas que se están dedicando a medir variables biológicas a través de terminales diferentes (desde dispositivos portátiles a dispositivos fijos como básculas o sistemas para colocar debajo del colchón que monitorizan nuestro sueño) en su arículo «Cuantificar ya no es un juego: la industria apuesta por la salud«, pero aunque hace un análisis margnífico de la situación tecnológica nos sigue presentando la realidad de todas estas empresas… medir y medir, sin aportar más valor que la simple medida.

Me llama la atención un comentario a esa entrada que os muestro a continuación (paranoia mode:ON)

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No podemos pretender que todos los ciudadanos sean médicos o enfermeros o farmaceuticos. Si ya nos cuesta mucho trabajo que una persona diabética conozca aspectos concretos sobre su enfermedad que le hagan ser más autónomo, ¿qué pasará cuando un ciudadano sano se enfrente a variaciones fisiológicas de cualquier variable que va medir en su terminal movil?.