A través de uno de los innumerables grupos de Whatsapp que continuamente iluminan la pantalla de mi movil (y que me obligan a silenciarlo la mayoría del tiempo) me ha llegado un enlace a una columna escrita por Manuel Vicent en El País y que titula «A la carta«.
Allí hace una acertada reflexión en las diferentes exigencias que filtramos a dos órganos de nuestro cuerpo: nuestro cerebro y nuestro estómago.
Si cada vez somos más exquisitos con nuestros estómagos (restaurantes de calidad, comida «gourmet», alimentos ecológicos…), somo menos exquisitos con nuestros cerebros.
Nuestros estómagos protestan sin los maltratamos pero tras una purga son capaces de liberarse de alimento o los alimentos que han alterado su función.
Pero la basura que aloja nuestro cerebro tarda mucho más en ser purgada.
Mucha de esta basura viene de medios de comunicación (desde información mediatizada hasta formatos de divulgación un tanto escandalosos «con la bendición de la audiencia») y entre los medios de comunicación, por supuesto, podemos meter a Internet.
Si repasamos lo que ocurre en Internet en un minuto (en la entrada de ayer) y comparamos cómo va aumentando el consumo voraz que hacemos entre el año 2016 y 2017 nos podemos hacer una idea de lo que este medio está suponiendo en horas de consumo.
Si bien no podemos hacer nada (o muy poco) para modificar los contenidos de los medios tradicionales (podemos siempre cambiar de canal, apagar el televisor o ver una serie o película), sí podemos ser más cuiddosos en los contenidos que emitimos o redistribuimos en redes sociales.
Sobre todo los que de forma activa mantenemos este monstruo llamado Internet, tenemos la responsabilidad ineludible de pensar. De pensar en la calidad, intencionalidad, veracidad e independencia del material que elaboramos o retransmitimos en nuestras redes.
Si generamos basura, impactará en el cerebro de nuestros lectores (seguidores) y seremos responsables de diarreas mentales de terceros para las cuales hay poco tratamiento. Posiblemente un apagón digital (más allá del apagón del tiempo vacacional) será muy bueno para prevenir trastornos funcionales de nuestro cerebro.
Como propone Manuel Vicent en su artículo:
«También se puede aplicar al cerebro la dieta mediterránea para desintoxicarlo. He aquí la carta: una mínima dosis de noticias imprescindibles, un buen libro en la mesilla de noche, alguna serie de TV, música clásica y el móvil siempre apagado.»