El negocio de las Apps está despegando, realmente ya ha despegado y la salud es un servicio que mueve mucho dinero a lo largo y ancho del mundo. Salud entendida no como ausencia de enfermedad, sino en la visión primermundista, ausencia de cualquier-tipo-de-problema-que-me-preocupe.
Mi calvicie, mis 5 kilos de más, esa celulitis en mis muslos, el «se me cae el pelo» de la adolescente de larga melena, son problemas de salud para la población a quien atendemos día a día aunque nos cree ese desasosiego interno que muchos de los que estáis leyendo estas líneas posiblemente compartís conmigo.
Y llega un nuevo negocio revestido de dospuntocerismo: la app.
Por supuesto no todas son ni van a ser malas y no creo que debamos englobarlas a todas en un mismo grupo. Este mismo blog ha creado hace pocas semanas un apartado a Apps y creemos que podemos intentar hacer una colección de herramientas que pueden ser muy útiles a profesionales (en aspectos docentes, investigadores y asistenciales) y a pacientes. Pero es cierto que, aunque es imposible «una para gobernarlas a todas«, llegue un momento que el mercado de las App sanitarias llegue a saturar.
Hay varias cosas que desde un inicio me cuestiono:
- ¿Por qué en muchas de las tiendas de apps dirigidas a público general se mezcla salud con otras-cosas-que-no-lo-son? (fitness, wellness, interpretaciones de sueño, música para relax, hipnosis…).
- ¿Por qué hay tantas aplicaciones que hacen lo mismo?.
- ¿Por qué entre cientos o miles de aplicaciones soy capaz de descartar con una mínima lectura la mayoría de ellas?.
Creo que ya tengo la respuesta a mis ingenuas preguntas.