Un buen ejercicio es leer con la visión de ahora textos que hemos escrito en los primeros años de Facebook. Nos daremos cuenta de los ingénuos que éramos, de la fiebre que nos contagió en los primeros años de las redes sociales y cómo, con mucha ingenuidad, fuimos ofreciendo datos de nuestra privacidad.
Aún así lo seguimos haciendo. Seguimos publicando fotos de nuestras vacaciones, de nuestro ocio, de nuestros familiares… pero al menos ahora sabemos los riesgos que ello implica. Ahora somos conscientes que compartir nuestra privacidad (el límite de los público y lo privado lo tendremos que determinar nosotros) supone una serie de ventajas e inconvenientes que hemos de sopesar.
Hace unos años abría mi corazón en canal, y aunque no me arripiento de nada de lo escrito, posiblemente ahora mismo no lo escribiría. Actualmente publico aspectos privados en redes sociales (viajes, gustos musicales, culinarios, deportivos…) que creo que aportan una visión de mí mismo que va más allá de lo profesional y que es como quiero mostrarme.
Evidentemente todo lo que hago público está convenientemente filtrado y dirigido para dar la imagen que quiero dar. Y no, no es «postureo», es salvaguarda de mi intimidad.
Al igual que nos comportamos con prudencia cuando estamos en un grupo donde no conocemos a todos los integrantes o no nos comportamos igual en una reunión familiar que en una con amigos. Modulamos nuestro lenguaje, nuestro comportamiento e incluso nuestra actitud para adecuarla al entorno en el que nos encontramos.
Las redes sociales sirven para mostrar las partes de nosotros mismos de las que estamos más orgullosos, contentos o simplemente queremos compartir.
La libertad de hacerlo o hasta donde queremos hacerlo es personal.
Por ejemplo a mí no me importa compartir un viaje, una impresión sobre una película, un libro o un restaurante. Tampoco me importa que algunos pacientes (que me siguen en algunas redes sociales), algunos jefes (que también lo hacen) o muchos compañeros sepan que viajo, leo, voy al cine o como y qué me gusta o me disgusta en cada uno de estos aspectos más cotianos, extraprofesionales y vitales. Por ejemplo, no hablo de partidos políticos ni de religión (sí difundo algunas noticias) porque estos aspectos sí que pertenecen a mi intmidad, los comparto con personas muy próximas y no quiero difundirlos.
Para ello es importante la educación en el manejo de las redes sociales. Es necesrio que desde niños nos enseñen a comportarnos en este medio que no por ser digital o emitir un mensaje desde la soledad de nuestro cuarto, con el ordenador, la tableta o el teléfono móvil está inmerso en la universalidad de Internet. Este mensaje emitido en soledad puede ser visto por muchas personas que pueden conocer nuestras debilidades y utilizarlas en nuestra contra.
Una nueva campaña de Unicef pretende concienciar sobre la importancia de lo que se publica en las redes sociales. Aunque está dirigida a jóvenes y adolescentes creo que es importante difundirla y tener la capacidad de aplicarnos algunas de las conclusiones que se puedan extraer de la misma.
La campaña #NoSeasEstrella ha de ser difundida