La Organización Mundial de Médicos de Familia incluye a un aragonés en su lista de 21 «héroes y heroínas rurales»
Se trata de una artículo que leí en el periódico 20minutos el pasado 30 de marzo de 2017 escrito por Araceli Guede (@araceliguede). Copio literalmente…
La Organización Mundial de Médicos de Familia (Wonca) ha elaborado una lista con veintiún «héroes y heroínas rurales», y en ella figura el nombre de Manuel Millán como único español. Su candidatura la envío un colega, sin que él supiera nada, y le ha pillado por sorpresa. <<Se han pasado con lo de héroe, no es el caso>>, afirma abrumado este aragonés. <<Yo creo que lo que han tenido en cuenta es el tipo de vida que uno ha llevado, y la mía ha sido azarosa>>, comenta igualmente ilusionado.
Esa vida, en la que destacan el amor por la medicina rural, la música y las acciones solidarias, arranca hace 63 años en Maella, un pueblo zaragozano de unos 2000 habitantes. Allí, Manuel paso largas temporadas de su infancia con su abuelo Tomás en una pequeña masía ubicada en el monte, sin agua corriente ni electricidad, y cazando y recolectando lo que la naturaleza ofrecía. <<Fue una gran universidad. Me dió un bagaje para la supervivencia que me ha venido muy bien>>, recuerda.
Aquel pequeño no fue a la escuela hasta los ocho años y a los doce empezó a compaginar los estudios con trabajos temporales para hacer balones en una fábrica. <<Me sacaba un dinero con el que cada año me desplazaba a Zaragoza, interno en un colegio>>, cuenta.
En el último curso de instituto, alguien le escuchó cantar y le animó a hacerlo en un grupo, lo que le permitió financiarse los seis años de la carrera de Medicina.<<Salíamos de tuna, tocábamos canciones sudamericanas, mexicanas… y en verano recorríamos Europa dando recitales. Actuábamos fundamentalmente en la calle pero a veces nos contrataban para hacerlo en locales>>, relata.
La música ha acompañado siempre a este hombre, que no ha dejado de dar recitales y que ha llegado a editar un par de CD cuyas ventas han ido destinadas a apoyar a una misión de niños del Amazonas o a la ONG Iluminafrica, dedicada a operar ceguera evitable en África. Una vez jubilado ha podido intensificar esa cooperación y acaba de pasar dos meses en Kribi (Camerún), trabajando en un hospital en el que colabora la organización española Ambala. Él considera que el polifacetismo adquirido gracias a su perfil de médico rural ha permitido que su aportación allí haya sido muy satisfactoria.
Manuel ha dedicado toda su trayectoria al medio rural y es uno de los grandes defensores. Estuvo destinado en diferentes pueblos de la provincia de Guadalajara y nunca se planteó trasladarse a un núcleo urbano: <<Es maravilloso trabajar en unas condiciones que te dan una libertad y unas posibilidades de acción que no permite la ciudad. La medicina rural es un trabajo tan diverso que lo mismo tienes que hacer una cirugía pequeña, que certificar una defunción, asistir a un accidente de carretera, tratar una depresión o poner una escayola. Se llega a ser un buen médico rural cuando se es un «médico enciclopedia»: se sabe bien un poco de todo y se practica>>.
Desde el grupo de trabajo de medicina rural de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria, del que este facultativo es miembro, intentan infundir a los futuros doctores esa pasión que él manifiesta. <<El 90% ha nacido en grandes ciudades. En casi todas las regiones de España los MIR pasan dos o tres meses en zonas rurales y cuando tienen un buen tutor, les encanta e incluso los hay que se quedan en ellas. Pero en algunas comunidades ya no hay mucho medio rural, faltan tutores y a veces realizan ese periodo de formación sin profundizar en esta faceta>>, lamenta. Pese a la despoblación de los pueblos, reivindica que aún abarca el 18% de la población española.
Llegar a las universidades para incrementar ese conocimiento es por tanto una de las principales reivindicaciones de este colectivo: <<El medio rural nos interesa y nos preocupa. Por tanto queremos gente bien formada y con ilusión y para esto tenemos que ser conocidos>>.
<<Hay que buscar entre un millón de médicos para encontrar a alguien que haya sido más feliz que yo trabajando en el medio rural. Me podía haber jubilado más tarde pero lo he hecho ahora para disfrutar de los míos, de mi tiempo y al mismo tiempo para colaborar con otras partes del mundo y devolver lo que la vida me ha dado. Soy una persona afortunada>>, afirma, sin poder evitar emocionarse. <<Salir de una masía y llegar hasta Camerún con una vida plena, con una familia estupenda, con esta casa…>>, sigue aún entre lágrimas.
Ese paso por África le ha hecho ser aún más consciente de lo prescindible que son muchas de las teóricas obligaciones que la sociedad occidental se crea. Por eso él suele regresar a la masía, a sus orígenes, y allí se le puede ver durante unos días, leyendo, con amigos o con su inseparable guitarra.