La robótica no es, por lo menos ahora, como la pintan las películas de ciencia ficción. Los robots de ahora no son como personas, no son capaces de tomar el control de una ciudad, no pueden pilotar naves como C3-PO… La pregunta que lanzo en este post no es cómo serán los robots del mañana, sino cómo nos adaptaremos a tenerlos en el ámbito sanitario.
Si queréis saber de robótica sanitaria, os recomiendo leeros el artículo de los compañeros de la revista de Redacción Médica ya que explican los robots sanitarios que hay actualmente, además del archiconocido Da Vinci.
Como se lee en el artículo, estos robots nos ayudarán o incluso nos robarán puestos de trabajo. Sobre esta preocupación encontramos un informe del Pew Research Centre en el que se pregunta a un compendio de profesionales sobre la Inteligencia Artificial y su impacto en el mundo laboral. Un 48% de los encuestados muestra una preocupación por la progresiva implantación de robots en puestos de trabajos. De hecho esta es la primera vez que la revolución tecnológica puede “usurpar” empleo a personal cualificado y con formación superior. Por tanto, crecerá aún más la desigualdad entre personas con y sin formación.
Sin embargo no todo es negro. Un 52% de los encuestados en este estudio comenta que la revolución robótica no es mala. De hecho, según esgrimen estos participantes, la tecnología ayuda a crear empleo, no a destruirlo. Además, existen trabajos que sólo pueden hacer humanos ya que hay cosas que no se pueden automatizar, como son los sentimientos, que influyen en la forma de pensar y de actuar de los seres humanos, tan útiles en una profesión como la nuestra.
La revolución robótica es un hecho, que ha llegado muy sutilmente, pero que ya está aquí. Sinceramente creo que la robótica dentro del campo sanitario es una herramienta y nunca conseguirá sustituirnos por completo. Es cierto que hay robots que permiten cargar con enfermos para transportarlos o robots que pueden aplicar masajes, pero esas máquinas jamás transmitirán lo que transmite la voz humana o el tacto de una mano. Es lo mismo que el chat. ¿Qué os gusta más: que os digan te quiero a la cara o que te escriban en un mensaje “TQ”?
Ya están aquí y han venido para quedarse, pero no los debemos de considerar enemigos. Debemos considerarlos como herramientas para mejorar el tratamiento y la atención de nuestro bien más preciado: nuestros pacientes.