¿Alguna vez os habéis parado a pensar en la cantidad de microorganismos pueden colonizar nuestro teléfono móvil? .
Para el personal no sanitario, esta pregunta puede ser completamente baladí; sin embargo, para los que trabajamos con pacientes todos los días puede no serlo tanto.
Varios estudios han demostrado grandes cantidades de microorganismos en (especialmente bacterias) en muchos fómites de uso habitual en el medio sanitario: teclados de ordenador, teléfonos fijos… Pero lo más preocupante son los estudios que se centran en los teléfonos móviles de los sanitarios principalmente por tres razones: la presencia de bacterias patógenas y multirresistente (S aureus meticilin resistente, por ejemplo), la falta de concienciación sobre esta colonización y que muchas veces esos teléfonos sean de uso personal y el sanitario salga con él fuera del trabajo.
Las cifras no son tranquilizadoras: hasta un 37% de las muestras de móviles de médicos estaban colonizados por S aureus meticilin resistente. A ello se suma la falta de costumbre higiénica con respecto a los teléfonos. Probablemente nos acordemos de lavarnos las manos entre paciente y paciente, pero ¿Y después de cada vez que usamos el móvil? Los smartphones han hecho que interactuemos más frecuentemente con el teléfono que antes. Ya no se trata solo de hablar, sino de consultar, contestar un correo o un mensaje o incluso (y en esto reconozco que lo uso a diario) como linterna para la exploración física. Además, el aparato no sólo está en contacto con nuestras manos, sino que nos lo llevamos a la cara, cerca de lugares tan habitualmente tan contaminados como la boca o la nariz.
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Así, nuestro teléfono se puede convertir rápidamente en el vehículo de transmisión de peligrosos patógenos entre pacientes. ¿Qué podríamos hacer para evitarlo?
La higiene de manos siempre es un buen punto de inicio. Por otra parte, no existen protocolos para la limpieza de teléfonos y buena parte de los desinfectantes habituales, como las soluciones alcohólicas, están desaconsejadas por los fabricantes por la posibilidad de dañar el dispositivo.
En definitiva lo mejor, como en otros muchos aspectos de nuestra profesión, sea el sentido común y ser conscientes de que todo lo que esté en contacto con el paciente puede ser un vehículo de contagio.
Un último artículo que revisa estos aspectos ha sido publicado este verano, «Mobile phones: Reservoirs for the transmission of nosocomial pathogens» que os dejamos a texto completo.